Breve crónica de mi segunda Behobia – San Sebastián

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Ayer corrí, por segunda vez, la emblemática carrera Behobia – San Sebastian, cuyo trazado es de 20 kilómetros desde Behobia (pueblo de Guipúzcoa frontera con  Francia) hasta el centro de San Sebastián.  Las principales dificultades de esta carrera son las cuestas -algunas muy pronunciadas- y el clima lluvioso y frío que tradicionalmente acompaña a los más de 30.000 corredores que participan en la competición. Hay que aclarar que «la Behobia» es una carrera de fin de año, un premio para quienes han entrenado y competido durante varios meses y no hay un mejor lugar para disfrutar de la gastronomía y el entorno de San Sebastián. El ambiente es especial, bien descrito por el eslógan de este año: Behobia San Sebastián helmugarik gabeko sentimendua (traducción: «Behobia San Sebastián un sentimiento sin fronteras»).

La carrera fue muy dura, mucho más que el año pasado. Todo el mundo sabía que el tiempo iba a ser diferente al de siempre. Iba a predominar el viento cálido del sur que podría elevar muchísimo la temperatura. Y ocurrió lo previsto.

Desde mi llegada al punto de partida, por megafonía pregonaban en todos los idiomas posibles las tres palabras clave: hidratación, hidratación e hidratación. Repetían incansablemente que bebamos agua en todos los puntos de avituallaminento de líquidos. En principio había 7 puntos.

El calor (unos 30º a mediodía) y la humedad hicieron que algunos de los puestos de distribución de agua no funcionaran como debería. Hay que tener en cuenta que la sed hizo que bebamos dos, o incluso 3, vasos en donde había disponibilidad.

Las estadísticas no oficiales demuestran con claridad la dureza de la carrera:

  • 34.000 corredores apuntados
  • 6.000 desistieron (por razones personales o por el  pronóstico meteorológico)
  • 28.000 finalmente corrieron
  • 1.351 corredores abandonaron durante la carrera
  • 26.649 cruzaron la meta

Yo participé muy bien preparado para la carrera -con el grupo Pikolin Team- y fui consciente del riesgo de correr en un escenario tan duro, por lo tanto lo hice regulando el ritmo para mantener mis fuerzas hasta el final y bebí suficiente agua durante toda la carrera.

La alegría de cruzar la meta fue tan grande como el esfuerzo por alcanzarla.

Y después, a comentar la jugada con los compañeros de equipo y a dar muy buena cuenta de un buen chuletón de buey a la parrilla en la Sidrería San Bartolomé rodeado de grandes campeones como los que aparecen en la foto que ilustra este post.

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