Las ciudades inteligentes o Smart Cities son uno de los paradigmas mas relevantes de esta década. Parece que ha ido evolucionando desde un concepto de urbanismo computacional hacia un urbanismo sostenible. En cualquier caso, las Smart Cities buscan optimizar los procesos urbanos y los recursos (como transporte y logística, edificios, electricidad, industria, meteorología, fuego y prevención de desastres, gobierno electrónico, servicios médicos, entre otros) tornándolos mas asequibles, usables y eficientes.
En términos prácticos el conjunto de tecnologías que conforman las Smart Cities permiten mejorar la calidad de vida de la gente mediante, por ejemplo, alertas personalizadas sobre atascos de tráfico o disponibilidad de parking, retraso del autobús, o niveles de polen; o en una escala urbana mas general, logrando la reducción del tiempo de los residuos o contenedores de basuras en las calles, iluminación más eficiente, detección de incendios, etc…
Algunas voces muy críticas, como las de Jordi Ortega, afirman que “de forma compulsiva se dedican a poner sensores en la ciudad, un urbanismo digital se impone bajo la narrativa de una ciudad más limpia, más segura, más sostenible”. Pero eso no es un grave problema, porque si realmente fuera así, sería solo despilfarrar dinero público.
Pero podría afectar la privacidad de la gente. La privacidad tiene cuatro dimensiones: privacidad de la información personal, privacidad de la persona, privacidad de la conducta personal y privacidad de las comunicaciones. La mayoría de las aplicaciones relacionadas con smart cities solo alcanzan a información personal porque la mayoría de las leyes de protección de datos se refiere a datos personales. Normalmente la información recogida en Smart Cities tiene relación con las otras tres dimensiones de la privacidad y prácticamente no están resguardadas en las legislaciones de protección de datos.
Otro de los grandes problemas que afecta a la privacidad y a la confidencialidad de los datos es la pobre seguridad con que se protegen las redes e infraestucturas de datos, expertos en estos temas, advierten que cierto tipo de ataques podrían poner en manos de personas, gobiernos o empresas indeseables enormes cantidades de información muy sensible.
¿Las redes de sensores se convertirán en redes de censura?
El temor mas grave está relacionado con quién y cómo se utilizarán los datos que recogen los diversos sistemas inteligentes, sensores, redes, big data y participación ciudadana. La infraestructura, la capacidad de generación de datos y almacenaje se incrementa en forma explosiva y las habilidades técnicas para procesar datos a alta velocidad se refina hasta niveles difícilmente imaginables.
Información es poder, y si bien en el ecosistema Smart Cities los ciudadanos son actores relevantes, es muy probable que sean los operadores y en menor medida las administraciones, los que detenten dicho poder. Saskia Sassen, de la Universidad de Columbia, dice que los modelos de Smart Cities que se están implantando actualmente son verdaderas Ciudades de Censura llave en mano. Para este autor, todos los actores de las ciudades inteligentes deberían estar conectados un sistema de control central capaz de detectar sistemas inteligentes que afecten a las personas. Y todos esos sensores podrían dar lugar a un nuevo tipo de red de la ciudad de código abierto.
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